La Dirección General de Bellas Artes, hoy viernes 27 de marzo, Día Mundial y Nacional del Teatro, felicita a los hombres y mujeres dominicanos que han dedicado sus vidas a este arte ancestral. A directores, productores, dramaturgos, actores, escenógrafos, técnicos y a todos aquellos responsables de que la magia sea posible sobre el escenario.
Aunque este año la celebración llega en un mal momento, por la amenaza de la pandemia que afecta a los humanos en todo el mundo, entendemos que es propicia la ocasión para la reflexión, replantearse metas, cuidarse y confiar en que mañana se volverá abrir el telón.
Para conmemorar este día, el mansaje nacional lo firma Margaret Sosa, poeta actriz y dramaturga dominicana, directora de Teatro Otoño. Egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático y licenciada en Crítica e Historia del Arte por la UASD, Cursa actualmente maestría en Artes Escénicas, en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y Licenciatura en Medios Visuales, mención cine.
El teatro es el antídoto, la máscara produce el artificio
Mensaje en el Día Mundial y Nacional del Teatro 2020
“…Pero no vayas a creer que la máscara equivale para el actor a olvidar que
posee un rostro”.
El arte secreto del actor
En el Día Nacional y Mundial del Teatro, quiero destinar estas palabras a la exaltación de un teatro que ha sabido salir con vida ante la peor epidemia, que es el tiempo. Recordemos que el teatro nunca ha sido lo que es; si no todo lo contrario. Existe y ha existido, desde la esencia prístina del ser humano y su correlación socio-cultural, arraigada en los contextos historiológicos que lo conforman, moviéndose desde un sincretismo antropológico hasta la simiente de la construcción del espacio escénico que en nuestro país se basa en el movimiento y gestualidad extrapoladas desde la ritualidad, religiosidad, tradicionalidad y espectacularidad de la expresión artístico-cultural. En sentido general, muchas taxonomías que intentan definir el significado de lo teatral, hay quienes se suscriben en estas clasificaciones basándose en ideologías y creencias, la esfera a la que ningún artista puede dejar de pertenecer, queriéndolo o no, es a la heredada de la sociedad, pues desde aquí se erige el planteamiento y los procedimientos que producen la teatralidad
Cuando Tespys salió, en una dramática, pero tal vez inocente renuncia al teatro entendido como “El corifeo”, realizando un acto novedoso, y por novedoso, originario, y por originario, rebelde, convirtió al teatro en un vehículo de transformación constante. Habló a esa gente, que sintió que estaban hablando de ellos, con ellos, para ellos y como ellos. No dejó con esto de ser un acontecer colectivo, sino que lo enraizó en la esencia del acto escénico; la contraposición de fuerzas, la tensión y la devolución de formas y signos comunes. Las interrogantes de Tespys, eran las preguntas de todos, desde ahí nació el dilema, el protagonista héroe, también surge el antagonismo representado a veces por fuerzas sobrehumanas (como ahora). ¿De dónde viene entonces la rebelión de Tespys, sino de aquellas interrogantes que todos tenían? Me atrevo a decir, que fue precisamente de la incertidumbre social que él se alimentó; lo que pasaba en la escena, estaba pasando en la vida común. Podemos entender de este modo, el teatro como antídoto, un antídoto creado del propio veneno que la sociedad emana y que solo produce efecto desde la intensión de obtener respuestas: Un teatro sin preguntas es un teatro carente e inexistencial.
En tal sentido, el teatro dominicano existe y ha permanecido, desde la inquietud, desde la insatisfacción y la injusticia; de la lucha por ser y no dejar de ser. Nació desde aquel primer “Entremés” de Cristóbal de Llerena, reclamando justicia para los Taínos, desde Duarte, y su afán de mostrar “Roma Libre”, proponiendo la propia libertad del entonces pueblo amordazado por el yugo haitiano; persistió mediante la vigencia que permanece, de la obra de Manuel Rueda, y Máximo Avilés Blonda. Con “Las Espigas Maduras” de Franklin Domínguez, sobrevivió a la opresión de la tiranía, se levantó cuando luego de “La revolución”, empezaron a contarse las “Memorias de Abril”, en un deseo de Don Iván García, por no dejar en olvido a nuestros héroes anónimos; así Rafael Villalona y su esposa, Delta Soto, apuestan a la creación de un “Nuevo Teatro” como herramienta de salvación para una sociedad obnubilada, y quienes en conjunto con "El Duende del Teatro", Freddy Ginebra, idearon una Casa de Teatro que ha perdurado hasta nuestros días como espacio de refugio y acogida generación tras generación; María Castillo, desde la dirección de la Compañía Nacional de Teatro, para resaltar una de sus tantas labores, sostuvo la propagación de un teatro de calidad, con respuestas emergentes, cuyo eclecticismo también aportó a la diversidad temática trabajando con actores de todas las edades, extractos y técnicas.
Estos referentes, sonarán en las mentes de todos, pero hay otro teatro que también sobrevivió, del período moderno, pero oscuro, que representan los doce años de Joaquín Balaguer, ahora desde una libertad no menos añeja que las anteriores. El Teatro de Calle, en distintas etapas ha ejercido su protagonismo y se ha enfrentado a fuerzas tan poderosas como la falta de interés en mantener políticas culturales, sus héroes: Reynaldo Disla, creador de personajes vernáculos, conquistador de aventuras, para teatro cine y televisión, Manuel Chapuseaux y Nive Santana, con una propuesta novedosa, nos enseñaron que podíamos ganar la batalla contra los apoyos negados, que podíamos hacer teatro desde la cocina y el baño, proponiendo desde la sala o la calle, un teatro de elementos cotidianos elevados a categoría de arte, siguió respirando el teatro en los barrios proyecto tras proyecto, otros a mencionar son: Fran Disla e Ignacio Nova, “La Fundación de Teatro de Villa Juana”, cuyo ideólogo y presidente, Ángel Mejía, acompañado de Basilio Nova, vicepresidente, y otros miembros como Ramón Lachapell y Reynaldo Disla, quienes creyéndose Quijotes, empezaron a cabalgar en busca de Dulcinea; nada más y nada menos que una Sala, cuyo nombre engalana a la gran estrella de las tablas nacionales: Monina Solá; diseñada por otra fajadora del entorno teatral Lina Hoelpeman, quien desinteresadamente ha dejado su trabajo, conocimiento y pasión en ámbitos importantes. Otros como Juan María Almonte, Yiyoh Robles, con una estética de Happening Perfoman; Arturo López, el actual represéntate de una estética antropológica del cuerpo y el espacio, con sus estructura física, psíquica y social; desde la Escuela Nacional de Arte Dramático, que es la cuna, el nicho, la fuente de donde ha emanado la actividad teatral dominicana en términos formales y que ha garantizado por un espacio-tiempo de setenta y cinco años, tanto los niveles de exigencia de lo que debe ser la comunidad artística de un país como la permanencia de estilos y métodos adaptados a la sociedad cambiante. Por su parte, el Teatro Uasdiano, ha aportado su cuota, Haffe Serulle, Desde lo grotesco, se aferra a su revolución individual, apuntando siempre a la supervivencia del teatro a través de las formas colectivas, levantando personajes desde la eterna cuarentena cloacal, también con ansias de revivir en ellos, el sentido más sedicioso de la escena dominicana, produjo y difundió un teatro de crítica social, desmontando el clasismo del teatro burgués, con propuestas tan numerosas, como novedosas y espectaculares, bajando el teatro al pueblo y elevando a la población a las esferas del deleite que por derecho se les debe conferir, lejos de desaparecer cobra vida nueva, sostenido en el deseo de seguir fomentando ese teatro popular, cultural y folclórico, José Domínguez, continúa con la formación, creación y difusión de singulares espectáculos. A nivel de formación superior en La Universidad Autónoma de Santo Domingo: Diones Rufino, Claudio Rivera, Julissa Rivera, Radhamés Polanco, Marcos Rodríguez, vinculan sus esfuerzos diluyendo brechas sociales, proponiendo una enseñanza a niveles competitivos y al alcance de todos. Odalís G. Pérez, proponiendo nuevas lecturas, incentiva también desde la academia, producción de espetáculares “Performance Art”, co-producidas, desde el intelecto y la descodificación de signos y símbolos. El fomento de Teatro de Salas Independientes, representado en su mayoría por mujeres, entre ellas:Viena Gonzáles, Ana Jiménez, Lidia Ariza, Germana Quintana, Arisleyda Vázquez, Lorena Oliva, María Ligia Grullón, Daniela Minyetty, , Fausto Grullón, Livanessa Sosa, Karen López, Dency Pérez y una servidora, entre otras y otros; el Teatro Infantil, desde Maricusa Ornes, Ana Hilda García, Flor de Betania Abreu, Gilda Matos, Milagros Pérez, Clara Luz Lozano, Dulce Elvira y Paula Disla, el Teatro Rodante, desde Salvador Pérez Martínez, hasta Carlota Carretero, su directora actual, quien desde la deconstrucción de mitos se ha mantenido abriendo espacios a jóvenes profesionales y realizando montajes que recorren el país. “La Bienal de Teatro Grupal” que promovió la creación de nuevos colectivos, “apostando al encuentro” de generaciones, comandadas por ese puente entre los viejos robles y el quehacer emergente: conformado por Alfredo Caraballo, Hamlet Bodden, Elizabeth Mateo, Soraya Guillén, Vicente Santos, Clara Morel, Jonhie Mercedes, Javich Peralta y tantos otros que trabajan forjando un relevo signo. Hay también un teatro que se ha mantenido desde la diversidad: “Estética LGTB”, “Teatro de la Resistencia”, con Loraine Ferrand; la Danza-teatro, también con buenos aportes desde la contemporaneidad de la danza, el “Teatro-estatuas”, Circo-teatro, un teatro de los pueblos como: Teatro Sur, Teatro Itinerante, “Teatro Monina Camporal” el Teatro Ultramar, o de la diáspora, que no se desliga de las costumbres y trascendencias nacionales, otras formas como: el “Cuenta Cuento” y “Lecturas Dramatizadas” o las Galas Escénicas de los Bachilleratos en Artes.
Cómo podemos apreciar, un ente fundamental en nuestro teatro, son las mujeres, quienes, desde la tragedia griega, constituyen el punto de énfasis de ese antídoto que es el teatro. No me sería raro pensar, que dentro de ese “Coro” y detrás de esa máscara, existiera la participación de mujeres, haciéndose pasar por hombres. Hoy sabemos que las mujeres hicieron clandestinamente, todo lo que se les había prohibido: en ciencias, en religión, en literatura, en el teatro, no harían la excepción. En todas estas circunstancias universales, y por antiquísimas que sean, el teatro dominicano, tiene su símil.
La rebeldía, una vez aprehendida, provoca un acto de rebeliones en cadena. La máscara produce el artificio para lograr esa irreverencia, este, fue el “primer elemento del teatro”, defensor y protector de la individualidad del ser expuesto ante el espectador ahora que vuelve a ser su momento creando una realidad alterna, pienso en la mujer camaleónica y feroz , alzando du voz desde el “Coro Griego”, La mujer dominicana, también ha levantado su voz, se ha hecho sentir, ha estado presente, siguiendo el legado, desde la escena, el área técnica, la dirección, actuación, en la dramaturgia, ejerciendo desde la crítica, en las aulas y la producción; la presencia femenina, siempre estuvo y estará a pesar de que al igual que en Grecia, como resultado de un discurrir rancio, aprendido y heredado de una sociedad puramente patriarcal, haya tenido que revelarse y cambiarse la máscara que la representaba como un ser ausente.
Margaret Sosa
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